Una de las que más me han gustado es el tercer tomo de Las pequeñeces de Lewis Trindheim, La felicidad inquieta, obra dedicada a contar los pequeños detalles diarios y autobiográficos del autor. Sencilla, sin ambiciones y terriblemente fresca.
Me encanta cómo usa aquí Trondheim el color, parecen acuarelas. Ojalá lo usara así en todas sus obras, le da un calor que no tiene el color plano de La mazmorra, por ejemplo.
Me ha divertido especialmente la anécdota con José Muñoz y el rotulador y el final del tomo narrando un viaje a Barcelona.
Qué dure.