Cuando la revista Dolmen tuvo un lavado de cara hace unos años, volví a escribir con una sección mensual sobre originales, aunque sean una excusa para hablar de un autor. La primera entrega estuvo dedicada a Carlos Pacheco.
Hoy me ha parecido pertinente recuperarla.
El editor y sin embargo amigo
Vicente García me perseguía desde hacía tiempo para que escribiera algo para
Dolmen. “Podrías comentar algo de algún original, de algún autor, contar
alguna historia relacionada…”
No me apetece escribir de
originales. Estoy un poco cansadito de que sea el único tema de conversación
cuando me encuentro con gente del cómic por salones. Antes parecía que sólo
podía hablar de comic americano y ahora que sólo puedo hablar de originales. ¡De
hecho no sé si realmente me apetece escribir después de tanto tiempo!
Peeero sí que creo que puede
tener su gracia hablar de autores, de los elementos de su trabajo que me
parecen más destacables o atractivos con algún original como muestra. A ver
cómo sale el experimento.
Empecemos con Carlos Pacheco.
Lo primero que me llamó la
atención del dibujante de Arrowsmith fue una carta que escribió a principios
de los años 80 a CIMOC defendiendo los trabajos de los autores de Marvel
y DC. Contestaba los correos el Profesor Sigrid, uno de los pseudónimos de la
persona que luego firmaría, por ejemplo, como Doctor Átomos. Lo de Sigrid era
un chiste privado ya que se refería tanto a la pasión por el Capitán Trueno del
director de la revista Joan Navarro como a Norma, la alemana que estaba casada
con el editor Rafael Martínez y que le dio nombre a su editorial. Era una carta
que me impactó -porque en esos años y en esas revistas lo normal era hablar mal
de Marvel y DC porque no hacían comic adulto- y que recordaba perfectamente,
aunque sería años más tarde cuando me di cuenta de quién era el que la había
escrito.
Lo segundo que me impactó fue su
historia de una página para la sección del lector para Comix Internacional,
la revista de Toutain. En ella Carlos Pacheco se refería a un artículo del
crítico Javier Coma que había dado por aquel entonces mucho de qué hablar.
Lo tercero que vi fue una
ilustración de la Sociedad de la Justicia de América para el fanzine Stock
que me dejó bizco.
A partir de entonces ya empecé a ver
obra suya de forma más habitual, primero en Forum, haciendo sobre todo posters
y portadas, luego ya cómics para mercados extranjeros. Pero por ahí en medio no
me quiero olvidar de su etapa en un par de títulos de Zinco como correero
(¿se sigue empleando este extraño término para designar a los que contestan
cartas de lectores? Sobre todo, cuando ya no hay).
Porque si uno tiene en cuenta
todo lo que acabo de explicar creo que es evidente que hay un claro interés
en la historia del medio, en la parte teórica, en su estudio. Por eso
estuvo vinculado durante años en unos cursos de verano de la Universidad de
Cádiz sobre el cómic. Por todo ello, Carlos Pacheco no podrá ser nunca uno de
esos autores que cuando les pides qué comics leen te dicen que nada, que
después de estar dibujando tantas horas no quieren ver un cómic. Hablar con él
es notar su pasión por autores, por historias, por personajes, por
editoriales que le han marcado. Influencias muy diversas, sorprendentes a
veces, que van desde Blueberry a Ciro Tota pasando por Shoe, El
Capitán Misterio o Carlos Giménez, por decir algo más allá del mundo del
comic book.
Pacheco pronto
cruzará el ecuador y podrá decir que ha estado más años como dibujante profesional
de cómics que sin serlo (y cuento profesional como que puede vivir de ello
porque con lo que le debían pagar en Forum no creo que diera para mucho). Ha
tenido siempre, sin discusión, una postura extremadamente profesional, lo que
le ha obligado en más de una ocasión a cancelar apariciones en salones o
jornadas por temas de entregas ya que tiene clarísimo que su primera
responsabilidad es con su editorial y los lectores. Ahora me acuerdo, por
cierto, de que en sus primeros años en Marvel iba muy trajeado a las sesiones
de firmas y mesas redondas (¡ahora ha madurado y se ve que ya pasa, menos
mal!), creo recordar que porque quería dar una imagen de dignidad a su trabajo.
No creo que
hiciera falta si era eso. Sus cómics siempre han sido realizados con el máximo
esfuerzo (como esos numerosos pequeños detalles que va metiendo en cada número
y que pueden ser guiños humorísticos o referencias a algo inesperado como
Charlie Brown y Snoopy, lo que hace el resultado más vivo) y sólo eso ya los
convierte en dignos. Pero además en sus obras uno ve el análisis de los
cómics, de las películas, de los libros que le han influido, hecho desde una
óptica profesional, sí, pero también desde la de alguien que sigue estando,
aunque lo intente disimular a veces, al otro lado de la cadena de producción.
A ver si me
explico con un ejemplo.
He elegido para
acompañar estas líneas una ilustración para Thor: The Legend, una cosa
rara que sacó Marvel con textos y algunos dibujos para despedir a los héroes
que se iban a los títulos de Heroes Reborn de Jim Lee y Rob Liefeld.
Esta ilustración se publicó en el año 1998 como portada del Dolmen #30,
por cierto. Compré el original en una casa de subastas el 2003 por una cantidad
ridícula (la he visto de refilón y me he quedado muerto). Ha estado en varias exposiciones
como la del Museo ABC titulada Superhéroes con Ñ.
Yo miro esa
imagen y veo a Thor, veo el Bifrost, veo Asgard. Y creo que más allá de estilos
estéticos y gustos personales, todos ellos son canónicos sin discusión.
Pensad en los personajes que ha ido dibujando Carlos Pacheco y creo que no hay
ninguno que uno pueda decir, refiriéndose al aspecto gráfico, que no era mi
personaje, que me lo han cambiado. Conoce estos personajes, estos mundos
como la palma de su mano, los ha leído tanto que sabe cómo se sienten, qué
emociones han de transmitir, qué les sienta bien y qué no, quién es más alto,
más delgado, más musculoso, qué posturas funcionan. Es algo que va mucho más
allá de hacer un buen trabajo como dibujante, es el resultado de décadas de
curiosidad lectora, de darle muchas vueltas a por qué algo funciona mezclado
con puro instinto. Hay pocos autores capaces de esto.
Creo que todo
ello da como resultado algo muy difícil de conseguir y es la naturalidad
del resultado. Thor está volando en un mundo fantástico y es asombroso, no
grotesco o forzado. Pero podría estar en otra parte, haciendo otra cosa en
función del guion y seguiría sintiéndose como Thor.
Lo que hace que
uno se sienta muchas veces al ver sus dibujos como cuando veía a estos
personajes por primera vez, que es algo que no tiene precio.