Gracias a las maravillas de internet, he podido conseguir a través de una librería de segunda mano de León la única novela de Elmore Leonard que me faltaba: Jugar duro.
Tengo debilidad por Leonard desde hace años, cuando Ediciones B empezó a editar su obra (con cuentagotas últimamente, por cierto, y eso que quedan un montón de obras inéditas). Leonard es desde hace tiempo mi escritor de novela negra contemporánea favorito, por encima de James Ellroy que anda un tanto perdido desde que le pegó el pronto ambicioso con América y Seis de los grandes, la última de las cuáles no pude acabar. He disfrutado desde entonces inmensamente con sus libros pero sobre todo con Joe LaBrava, El blues de Tishomingo (el preferido de Leonard y que están adaptando ahora al cine), Ciudad Salvaje, Tú ganas, Jack (adaptada al cine como Out of Sight, un romance muy peligroso; ¿tanto les costaba a todos traducirla como Ojos que no ven, que sería lo correcto?) o Rum Punch(que conoceréis muchos como Jackie Brown, la adaptación de Tarantino que cambiaba de raza y nombre a la protagonista; dejando aparte la conocida anécdota de cuando pillaron a un Tarantino jovencito robando un libro de Leonard por lo que está fichado por ello, Tarantino bebe mucho de Leonard y se nota por su uso de criminales de medio pelo, villanos que bordean lo psicótico, momentos humorísticos rotos de repente por crudas escenas de violencia y diálogos memorables). Los otros títulos estaban bien pero los anteriores son los que prefiero. Las primeras novelas eran bastante serias. A partir de cierto momento, Leonard encontró su voz, esa ironía, esos puntos cómicos que lo hacen todo más interesante y que le dan al conjunto un tono mucho más sabroso…
A lo que íbamos. Jugar duro se adaptó al cine posteriormente (el título de la novela es el de la película que se había estrenado con anterioridad en este país; el título original de ambos era Stick, nombre del protagonista). El propio Leonard se encargó de ello, junto a otro guionista (Elmore Leonard trabajó durante años en Hollywood). Burt Reynolds dirigió y protagonizó esta adaptación. No la he visto desde su estreno y sólo consigo acordarme de dos escenas, poderosas, eso sí: la de la gasolina y la del albino cayendo. También recuerdo que el argumento era un follón y que me perdí. El slogan de la película era Lo único que no podía hacer era ceñirse a las reglas. Leonard tuvo el póster colgado en su despacho durante años aunque había cambiado a las reglas por al guión. Cuando supe esto entendí varias cosas…
Reynolds empezaba sus horas bajas con esta película, ya que la crítica se cebó con él, tras varios fracasos comerciales (incluyendo La brigada de Sharky, mucho más interesante). Tras años interpretando a héroes poco usuales (jugadores de fútbol americano en la cárcel, traficantes de licor, especialistas de cine), muy masculinos y viriles pero bastante cutres en el fondo, un poco reflejo de lo poco en serio que se tomaba su carrera (mirad su filmografía si no me creéis; hay títulos que a la que se piensa un poco no se entiende por qué se metió en ellas), el público se había cansado de él. Una lástima, por otra parte. Hay películas suyas que me parecen memorables.
Este libro ha sido reencontrarme con el mejor Leonard. El protagonista, Stick, quien ya protagonizó una novela anterior de Leonard (a este novelista le gusta cruzar personajes entre sus novelas), sale de la cárcel y es testigo de un asesinato. Huyendo de los asesinos, acaba trabajando de chófer de un millonario gilipollas…
Hay grandes momentos en este libro. Desde el final de la noche de gloria de Stick, hilarante, hasta el ácido final, de cuando uno de los personajes habla de las películas de Hollywood de la época, y donde uno puede adivinar que es lo opina Leonard (ET es una Mary Poppins electrónica) a los acertados y diversos personajes (de ese Chucky entre odioso y patético a la inteligente Kyle, pasando por el irónico mayordomo). El argumento no tiene pérdida. A ver si puedo ver el film otra vez para poder ver dónde se perdió el pobre Reynolds…