Una pregunta
sencilla.
Una respuesta
complicada, tal vez. Perdonen si me voy alguna vez un poco por las ramas...
Uno de mis
primeros recuerdos relacionados con los tebeos es estar con una de mis tías,
con la que me llevaba pocos años, leyéndome uno de los primeros álbumes de Mortadelo
y Filemón. Ella se partía de risa constantemente y yo le decía “¡Pero
deja de reírte y sigue leyendo!”.
El día que mi
maestra me dijo que ya sabía leer del todo le pedí a mi madre que me comprara
un cómic.
Pronto, a los
tebeos de Disney del gran Carl Barks, a Mortadelo, a Asterix, a Tintin, al
Capitán Trueno, se les sumaron los cómics Marvel que con mis seis añitos fueron
una conmoción.
Desde entonces
no he parado. Los cómics me han acompañado siempre. No siempre los mismos,
claro. Cuando veo mis numerosas estanterías y veo los álbumes, los tomos,
cuadernillos, comic books o lo que sea que se acumulan de forma inmisericorde,
sé cuándo los lei y me recuerdan momentos o personas muy concretos de mi vida.
Los tebeos de la Editorial Valenciana son los veranos de mi infancia, los
Tintin me evocan a uno de mis tíos que me regaló la colección completa, los
Peanuts, una de mis tías que hizo lo mismo, Cairo los años del instituto
y Watchmen mis años en Barcelona...
Los tebeos me
han dado grandes momentos de felicidad, me han divertido, me han emocionado, me
han enseñado.
El mundo del
cómic tiene varios puntos buenos a destacar. Uno es la facilidad que hay para
contactar personalmente con autores gracias a las numerosas jornadas, sesiones
de firmas, presentaciones que se dan a lo largo de todo el año y por todas
partes prácticamente. Y si nos miramos internet, ya ni hablamos. Pocas
vanidades, estilos de vida sanos, gente con la que da gusto relacionarse
mayoritariamente.
Otro es el
elevado nivel cultural que puede uno encontrar en él pese a los chistes
fáciles, a los tópicos, a que los medios les encante enseñar gente disfrazada
en salones y todo eso. Algunas de las tertulias sobre cine o literatura que más
he disfrutado en mi vida ha sido con gente del cómic. ¿Saben eso del sabio que
señala las estrellas y el tonto que mira el dedo? Adivinen quién es quién en la
relación entre el mundo del cómic y los medios. Afortunadamente, los prejuicios
van remitiendo.
Otro de los
hechos diferenciales de este mundillo, si lo comparamos con otras modalidades
artísticas, es el gran interés que tiene un porcentaje muy elevado de
aficionados por los aspectos más teóricos del cómic: su historia, sus
creadores, la crítica... Esto es algo que es reconocido hasta en premios del
sector, por cierto. ¿A que no hay Oscar o Grammys o lo que sea al mejor trabajo
crítico? Aquí se hace.
Aunque he hecho varias cosas dentro del mundo del cómic,
mi principal labor ha sido como teórico, escribiendo críticas, artículos,
reseñas, supervisando textos ajenos en revistas especializadas, pero si hay un
tema en el que sobre todo soy conocido es por mi pasión por el coleccionismo de
originales.
Los originales,
por si no lo sabes, querido lector, son las páginas dibujadas por el autor de
su puño y letra.
Son piezas muy
apetitosas, porque son los dibujos originales con sus correcciones, sus
manchas, permiten ver el proceso de trabajo del dibujante, las notas
editoriales...
Son raras ya que
sólo hay uno normalmente. Bueno, hasta hace relativamente poco, sólo había uno.
Ahora puede haber dos, uno con los lápices y el otro con las tintas sobre los
lápices escaneados. Pero lo habitual es uno.
A diferencia de
otros países, donde para conseguir un dibujo del autor en una sesión de firmas,
lo típico es tener que pagar, en España los autores no cobran. Así que, de
jovencito, en cuanto veía un autor le pedía un dibujo en alguno de mis
cuadernos. Bueno, de jovencito y ahora, que en esto sigo igual.
Mientras
estudiaba la carrera hice amistad con varios colaboradores de diferentes
editoriales dodne se dedicaban a escribir textos o a traducir cómics. Uno de
ellos coleccionaba originales y me enseñó sus piezas. Aparte, asistí a
numerosas exposiciones de originales (las exposiciones buenas suelen hacerse a
partir de originales, no de reproducciones, claro). Era algo maravilloso.
Evidentemente,
en cuanto empecé a trabajar y en la medida de mis posibilidades me puse a
comprar originales.
Americanos.
Porque los
precios de los originales de los EEUU eran francamente baratos por entonces
comparados con los que se pedían por los de autores europeos o españoles.
Aparte, allí lo tenían mejor organizado, con sus representantes o sus anuncios
en publicaciones.
Era 1992. Ya ha
llovido.
Desde entonces
he ido consiguiendo piezas de algunos de los nombres indiscutibles de la
historia del cómic americano. Hasta con los españoles y algunos europeos me he
animado, oigan.
Ahora, pese al
tiempo transcurrido, cada vez que me llega un paquete con un original me sigo
emocionando.
He organizado
exposiciones y prestado piezas para exposiciones en sitios como Asturias,
Alicante, Palma de Mallorca, Barcelona, Granada o A Coruña.
He hecho visitas
guiadas para muchas de ellas pudiendo ver el interés que despiertan tanto en
aficionados como en gente vagamente interesada en el tema. He contactado con
otros coleccionistas de todo el mundo, incluyendo algunos nombres muy conocidos
del cine que son también coleccionistas de originales y a los que no hubiera
llegado a conocer de otra forma probablemente. He participado en libros
extranjeros sobre el tema.
Ver un original,
como decía más arriba, te permite aprender mucho de cómo trabaja un dibujante:
el tamaño y el tipo de papel, si entinta con pincel, plumilla o un rotulador
cutre (como hizo cierto autor cuando tenía que presentar un trabajo y se había
roto unos dedos; resultado: se ataba un rotulador con esparadrapo y adelante),
si es limpio y preciso o si tiene que estar con el Tipp-Ex todo el rato.
También es muy curioso desde un punto de vista más histórico en ocasiones ya
que los originales de los tebeos españoles de los años cuarenta, en plena
postguerra, son muy pequeños por la escasez de papel. Muy educativo, la verdad.
También es
cierto que hay un componente mitómano. Saber que esas páginas las han tenido en
sus manos algunos autores que admiro profundamente es algo que es muy difícil
describir.
Pero hay otro
factor muy importante, el que mueve a una mayoría importantísima de
coleccionistas de originales: la nostalgia. Y es que tener originales de
historias que leíste de muy joven, o no tanto, que te marcaron, viñetas que
tienes grabadas en las retinas, es casi viajar en el tiempo a momentos muy
especiales, muy felices, de tu pasado.
En la
actualidad, monto exposiciones, escribo algunos textos para revistas especializadas
o para alguno de mis blogs, pero sobre todo leo. Leo muchísimos cómics. Mis
hijos se han aficionado. Gran sorpresa. Siempre he abogado por el proselitismo.
Si un hincha de un equipo de fútbol, intenta que a sus hijos les interese, ¿por
qué no iba a hacer yo lo propio? ¿Por qué no regalar un cómic a alguien por un
cumpleaños si crees que lo va a disfrutar conociendo sus gustos? La experiencia
me ha demostrado que funciona.
En la actualidad
hay cómics para todos los gustos: historias autobiográficas que te dejan con el
corazón en la garganta, trepidantes historias de acción, sátiras terriblemente
incisivas. Lo que quieran.
Pasen y lean.