Venga, un texto, que hace demasiado que no me pongo ante el teclado...
Últimamente he leído dos cómics que se salen de lo habitual: la segunda parte de
Diarios de Festival de
Ángel de la Calle y
Súper Puta de
Manel Fontdevila. Ambos son puros experimentos narrativos que se merecen un reconocimiento.
Si conocéis el primer
Diarios de Festival, éste es más de lo mismo: un diario dibujado directamente, sin correcciones, de la vida del autor aunque centrada en sus viajes como dibujante y organizador de eventos culturales como las Jornadas de Avilés o la Semana Negra. La diferencia más grande con el anterior está en que debido a la publicación de
Modotti, Ángel anda más liado y viaja más que en el anterior. Esto quita espacio a algunos de los momentos más íntimos, centrados en la relación con su hijo, que a mí era de lo que me gustó más del primero. El número de páginas mánda y de la Calle ha tenido que cortar un montón de escenas (el salón de Barcelona se ventila en una página, por ejemplo) para que entrase todo lo que quería más o menos bien. Me dice que por eso no he salido en esta obra. Probablemente así venderá más.
No es el dibujo por lo que alguien se va a comprar
Diarios de festival 2, no. Lo hará por complicidad con el autor, por cotilleo, por ver cómo son estos saraos desde dentro, pero sobre todo lo hará, espero, por la habilidad narrativa de Ángel de la Calle. Porque entre estos bocetos apresurados, dibujados en sitios extraños como autobuses o trenes, hay frases, momentos y secuencias emotivos, hilarantes, reflexivos. Estos cambios constantes hacen que al final
Diarios de festival 2 no sea para nada aburrido. Lo que no es poco.
Si
DdF2 es una experimento donde prima la narrativa y lo que se cuenta sobre el dibujo,
Súper Puta es todo lo contrario ya que es un cómic donde la forma, el continente, importa más que el contenido. Manel Fontdevila se embarcó en un cómic sin guión previo, dibujado directamente, y que acaba siendo un puro experimento gráfico, donde el texto y el escaso color es usado para el diseño de página de forma muy original. Pero debo reconocer que la lectura me dejó bastante desconcertado y no supe si se trataba de una parodia de cómics pretenciosos (aquí que cada cual ponga el ejemplo que quiera) mezclado con un ritmo a lo Godard y demás directores de la Nouvelle Vague, o si iba en serio. Creo que hay más de lo primero que de lo segundo, eso sí, pero el resultado final es discutible. Superhéroes, críticas a los medios de comunicación, elementos de serie negra, sexualidad, el creador y su obra, se mezclan en un batiburrillo caótico que cambia de dirección en cuanto crees que ya ves de qué va. El dibujo tiene una frescura indiscutible pero narrativamente, como la mayoria de cómics escritos sin guión previo (y aquí podemos hablar de
El garaje hermético a
Nova-2), tiene aciertos puntuales mezclados con escenas en que el lector se acaba perdiendo.
Y para acabar, sí, me parece perfecto que se experimente. Los autores se divierten un poco, ejercitan músculos creativos que no usan habitualmente, abren nuevos caminos y aunque no suelen acabar dando obras, por muy interesantes que puedan ser, superiores a sus trabajos más tradicionales, a veces pasa. A cambio, eso sí, conseguimos obras más frescas...