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domingo, diciembre 04, 2005

Jew Gangster: Qué grande es Joe Kubert

Cuando este septiembre Joe Kubert ganó el Premio a toda una carrera de los Premios de la Crítica, me alegré un montón. Porque no deja de ser una lástima que sólo se conozcan por aquí cuatro cosas de este gran autor: parte de su Enemy Ace, el primer Abraham Stone, el Tor más moderno, su arco en Punisher War Zone, su Texone y poquito más. Sus numerosos relatos del Sgto Rock, sus Green Berets o su Tarzan al completo permanecen aún inéditos por estos lares.
Kubert probablemente es, desde la muerte de Will Eisner, el último gran maestro vivo, un puesto francamente incómodo visto su antecesor. Y que a su edad siga teniendo moral de ir contando relatos que le interesan, a la par que siga contando relatos bélicos de Rock, es algo admirable. Si hace relativamente poco se publicaron Fax from Sarajevo o Yossel, la vena personal de Kubert gira ahora hacia el relato criminal, contando en 144 páginas cómo un chaval judio, hijo de inmigrantes, deja los estudios en plena depresión para ayudar a su familia de la mejor forma posible: el crimen. Para ello ingresa en una banda de delincuentes e irá aprendiendo la parte más dura de esa opción laboral.
Kubert recuerda con esta novela gráfica que, pese a que cuando se habla de gangsters americanos se piensa en la mafia y descendientes de italianos, hubo una parte del crimen organizado que estaba dirigida por judíos (cualquiera que lea algo de la vida de Bugsy Siegel se dará cuenta).
No será éste recordado como el mejor trabajo de Kubert ya que el guión es un tanto previsible a momentos, cuando no poco verosímil. Pero Kubert lo sabe contar tan bién que no nos importa y hacemos como que nos lo creemos, como que no hemos leído algunos fragmentos miles de veces, como que no sabemos qué va a pasar. La trama, dispersa en el tiempo, se va relatando por capítulos, que se separan por ilustraciones que reflejan la época y sus dificultades. Qué gusto da ver a alguien con esa edad y manteniendo el tipo de una forma tan envidiable...
Mención especial se merecen la reproducción, que permite apreciar el excelente trabajo con pincel seco de Kubert, y el formato. Tapa dura y tamaño Bonelli, por llamarlo de alguna manera. Bastante pequeño por lo que como mucho caben unas cuatro viñetas por página, dos arriba y dos abajo. Manejable, elegante, poco visto.
Una lectura interesante, pese a alguna pega de guión.