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lunes, agosto 28, 2006

Lecturas pendientes: Nuestra Guerra Civil

Después de numerosas lecturas bruguerianas, y para darme un respiro, me he puesto a leer las historias cortas de Corto Maltés, que me siguen pareciendo igual de soberbias que la primera vez que las leí, y alguna novedad del Saló de Barcelona que se me había quedado en el montón de lecturas pendientes. Una de las que más me ha impresionado es Nuestra Guerra Civil, un recopilatorio de historias cortas editado por Ariadna.
Este álbum recoge cinco relatos cortos por cinco equipos creativos diferentes, todos ellos partiendo de la original idea de contar alguna historia real de familiares o amigos que sucediera en la guerra civil.
De entrada, el problema de estos álbumes con historias de diferentes autores es la irregularidad, siempre hay alguna que te encanta y otra que te deja frío. Lo que también es una ventaja en cierto sentido ya que te aseguras que habrá algo que te interese...
Este es uno de esos raros casos en que el nivel general es altísimo, y dudo que alguna historia no tenga algún elemento que atraiga al lector...
Empieza el álbum un relato escrito por Felipe Hernández Cava y dibujado por Laura. Podría llamarse, aunque no es el caso, Carta a un amigo difunto. En esta historia Hernández Cava escribe, habla, a un matrimonio de amigos fallecidos, en que él era hijo de un dibujante que fue preso y represaliado en la postguerra. Es una explosión de emociones, repleto de momentos conmovedores. En este relato ya vemos lo que tal vez sea la mayor pega general de la mayoría de estas historias: la mayor importancia que se le da al texto que al dibujo, abrumador en este caso concreto. Pero lo que cuenta es tan emotivo, tan cercano, se disfruta tanto, que da igual si los dibujos no dejan de ser casi un puro acompañamiento gráfico.
El segundo relato está guionizado por Pepe Gálvez y dibujado por Josep Mª Beroy. De todos ellos es el que está más equilibrado el texto con el dibujo, tal vez porque la historia que nos cuentan, cómo una familia que sale a pasar un domingo al campo se encuentra con una matanza, es la que más se presta a ello, por la escasa duración temporal del suceso. La acción, tiroteos, muertes, balazos, permiten un tipo de narración diferente a la del resto de relatos. Me alegra ver que Beroy vuelve al cómic, que alguien se acuerda de uno de los mejores dibujantes de su generación, aunque el uso, abuso, del ordenador, me tira un poco para atrás en algunos momentos.
A continuación viene Fritz y nos cuenta la estremecedora historia de su tío Pepe, un republicano que huyó a Francia para acabar muriendo en un campo de concentración nazi. Es sin duda uno de los puntos álgidos del álbum. El tratamiento de algo tan trágico podría haber derivado en un dramón pero Fritz lo esquiva con inteligencia dándole un inesperado aspecto cotidiano al conjunto.
El amigo Ángel de la Calle se une al guionista Jorge García para contar una historia que es la mezcla de varias: la de un primo muerto de la mujer de Ángel, la del último alcalde republicano de Gijón, la de Paco Taibo en el Archivo de Salamanca... Algunos se han quejado de que la historia contada tiene truco, tiene una manipulación narrativa, pero eso también la convierte en un gran relato. Me ha divertido ver la inspiración cartelística del dibujo y cómo han convertido un relato de algo antiguo en algo tan actual como es el Archivo de Salamanca.
Acaba el álbum David Rubín, con una conversación con su abuelo, aún vivo, quien le cuenta a su nieto diversas anécdotas de la guerra, ninguna de ellas sangrienta, para su suerte. Es un relato cotidiano, amable. Me gustaría saber qué dijo y qué pensó (que no tiene por qué ser lo mismo) el abuelo de Rubín al ver el cómic, eso sí. A fin de cuentas es el único de las personas, personajes, que vivieron la guerra que sigue vivo para poder dar su opinión sobre el álbum...
Una lectura muy satisfactoria, que os recomiendo encarecidamente.