Robert Kirkman es un buen guionista de superhéroes. No es la panacea, ni la salvación del género ni nada por el estilo, como alguno intenta vendernos, pero se le notan ganas y tiene bastante gracia escribiendo, intentando sorprender al personal más avezado con algún que otro detalle.
Fantastic Four: Foes es uno de sus trabajos más recientes. Y no es una mala lectura, no, señor. Esta miniserie de seis números, recopilada posteriormente en un tomo, cuenta cómo Reed Richards cae en la cuenta de que por pura probabilidad en unos dos años los 4F estarán muertos ante tanto ataque de malosos. Para ello decide montar una nueva prisión para supervillanos en la Zona Negativa e ir a buscar a cada uno de sus enemigos y no esperar a que los ataquen de nuevo. Pese a que aparezcan un montón de enemigos, cada número tiene a algunos con especial relevancia. Así, el primero presenta al Amo de los Muñecos, el Pensador Loco y el Hombre Dragón; el segundo tiene a Annihilus; el tercero al Super Skrull; el cuarto, al Hombre Topo; el quinto, al Fantasma Rojo; y el sexto, no os lo digo, más que nada para no chafar posibles sorpresas...
Kirkman tiene bastante gracia relatando detalles familiares, como el que los Richards tengan que estar pidiendo a varios personajes que hagan de canguro de sus hijos mientras se dedican a sus labores heroicas y los problemas que les crea esta situación. O los tradicionales piques entre la Cosa o la Antorcha Humana. O la inmadurez de Johnny que se demuestra con una sencilla frase ante el rechazo de una chica. Además, toda la trama tiene una subtrama bastante intrigante acerca del diseñador de la nueva prisión que tiene a su mujer convertida en un monstruo insectoide ante su indiferencia.
Lástima que el dibujante, Cliff Rathburn, sea un patata de esos que se dedican a usar la misma viñeta varias veces a lo largo de la miniserie. Por poner un ejemplo, y hay demasiados, el tío tiene el morro de coger una viñeta del número anterior, quitar a la Cosa, meter un guardia de SHIELD en su lugar, ponerle barba a Reed y andando. Corta y pega con amor, qué contento está el editor. En fin. Y si aún dibujara bien pero es rígido y, sobre todo, plano ya que no sabe usar masas de negro para dar volúmenes.
Al menos desde el punto de vista gráfico podemos consolarnos con las portadas de Jim Cheung, quien cada día dibuja mejor, y que son espectaculares en su mayoría.
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